Primer paso: el diagnóstico

Probablemente estamos viviendo el período más agresivo y polarizado que ha experimentado la política desde 1988. Sin embargo, esta vez la pugna no se da entre dos sectores del electorado (izquierda/derecha), sino entre la ciudadanía y las élites -cualquiera sea su denominación; ya sea política, empresarial, religiosa, etc. La pregunta que no podemos dejar de hacernos, si queremos buscar soluciones que nos devuelvan prácticas más colaborativas, es por qué llegamos a este punto. Las tesis son muchas.

En parte, puede explicarse por la sensación de captura de la clase política a manos del poder económico, elemento que rompió tanto las confianzas del electorado y la legitimidad del sistema de representación democrática, como con la búsqueda de sueños colectivos, que son los que finalmente dan energía a las grandes transformaciones sociales.

Adicionalmente, la promoción social en base a la focalización del gasto social y la ampliación de las redes asistenciales, dentro del contexto de un modelo económico de mercado, nos llenó de una conciencia de individualidad que es un fenómeno de varias caras. Por un lado, implica poner la confianza de la palanca de progreso social en el mérito y el esfuerzo personal. Pero al mismo tiempo, ese ánimo individual, al exacerbarse, destruye los sueños colectivos y los afanes solidarios, un fin de bien común. No puede hacerse un diagnóstico completo de la situación social del Chile actual, sin entender que junto con la crisis institucional y política que enfrenta nuestro país, se encuadra un fenómeno de masas que pasan a ser contingentes de individuos desnudos de sueños colectivos.

Otra tesis es que todo el origen del problema se radica en las desigualdades sociales que, en el caso chileno, sería de las más agobiantes del mundo. Sin embargo, Chile no es muy distinto que el promedio de América Latina. Entonces, si bien es cierto que existe esa desigualdad social, el desasosiego social manifestado no debiera ser distinto al que habría en muchos otros países comparables.

Tanto se repitió que Chile estaba ad portas del desarrollo, que nos habíamos desacoplado de la región, que ya no éramos un país pobre, que generamos un divorcio entre esa realidad y el día-a-día de millones de ciudadanos

Pablo Correa

El modelo fue la respuesta eficiente a factores y expectativas que eran aplicables en su momento, y por los resultados en disminución de pobreza y crecimiento, es incuestionable que fue exitoso.

Pablo Correa

Para otros, la tesis se encuadra más bien en un marco de expectativas insatisfechas. Tanto se repitió que Chile estaba ad portas del desarrollo, que nos habíamos desacoplado de la región, que ya no éramos un país pobre, que generamos un divorcio entre esa realidad y el día-a-día de millones de ciudadanos lidiando con el mal transporte urbano; la inseguridad física y sensación de desprotección social, entre tantos otros problemas. ¿Esa es la vida común del país rico en que tendíamos vivir? Si el país estaba tan bien como se enunciaba, significa que, para la clase media, “alguien distinto” estaba gozando de ese Chile, puesto que ellos, claramente no.

Finalmente, para otro grupo la desconfianza social se basaba en las externalidades propias del modelo económico, y su respuesta fue desmantelar hasta los cimientos del modelo. Pero, ¿es el modelo el culpable, es su falta de legitimidad la causa del mal? La verdad es que el modelo fue la respuesta eficiente a factores y expectativas que eran aplicables en su momento, y por los resultados en disminución de pobreza y crecimiento, es incuestionable que fue exitoso. Pero eso no significa que el mismo modelo sea capaz de llevarnos al otro lado del río. Es decir, las herramientas que se necesitan hoy son otras, y desde una concepción no binaria como lo era en los 70s y 80s. Se trata de clarificar los roles y limitaciones tanto del Estado como del mercado.

En definitiva, no podemos pretender resolver este atasco político e institucional sin detenernos a pensar en sus causas. Hasta ahora, no hemos logrado ponernos de acuerdo ni realizar una introspección seria, sino más bien nos hemos dedicado a ver la viga en el ojo ajeno. Pero los tiempos ya no dan para más. Si queremos recuperar la gobernabilidad y confianza en nuestro sistema político y económico, es necesario dar el primer paso ya, que es justamente recuperar la humildad y la serenidad para poder construir entre todos, al menos un primer diagnóstico.

Fuente: http://www.t13.cl/blog/columnas2/primer-paso-diagnostico

Columnas – T13.cl
Autor: Pablo Correa
OCT 26, 2016
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